Ver Carrito

Abuso

[et_pb_section fb_built="1″ _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" custom_margin="0px|0px|0px|0px|false|false" custom_padding="0px|0px|0px|0px|false|false" global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content"][et_pb_row column_structure="1_2,1_2″ make_equal="on" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" width="100%" module_alignment="center" custom_margin="|auto||-40px||" hover_enabled="0″ global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content" sticky_enabled="0″ custom_padding="|15px||15px|false|false"][et_pb_column type="1_2″ _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" vertical_offset="100px" vertical_offset_tablet="0px" vertical_offset_phone="0px" vertical_offset_last_edited="on|tablet" global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content"][et_pb_text _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" text_text_color="#343a47″ header_text_color="#343a47″ header_font_size="48px" global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content"]

COMPROMETIDO

A CUIDAR

Declaración sobre Abuso y Bíblica consejería

[/et_pb_text][/et_pb_column][et_pb_column type="1_2″ _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content"][et_pb_code _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content"][/et_pb_code][/et_pb_column][/et_pb_row][et_pb_row _builder_version=”4.21.0″ _module_preset="default" hover_enabled="0″ global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content" custom_padding="|15px||15px|false|false" sticky_enabled="0″][et_pb_column type="4_4″ _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content"][et_pb_text _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" text_text_color="#5f6571″ global_colors_info="{}" theme_builder_area="post_content"]

Las Escrituras hablan más claramente sobre los efectos del pecado en la humanidad, la belleza de la redención y la certeza de la esperanza a pesar de las situaciones adversas, que cualquier otro recurso. Dios, a través de Su Palabra, ha proporcionado suficiente sabiduría sobre el abuso; más de la que pueden ofrecer los sistemas mundanos. Los fracasos pasados en la forma en que hemos respondido al abuso no deben obligarnos a buscar en la sabiduría mundana para construir un enfoque integral a los males del abuso, sino más bien alentar nuestra humildad y reorientarnos de nuevo a la suficiencia duradera de la Palabra de Dios para proporcionar sabiduría relativa a las complejidades presentadas por el pecado del abuso. Es importante tener en cuenta que la recopilación de hechos y la interpretación precisa de los datos es un reto en los casos de abuso. Nuestra confianza descansa en la suficiencia de las Escrituras y en la promesa de que la justicia perfecta de nuestro Señor prevalecerá algún día (Isaías 30:18, Salmo 9:7-8, Salmo 146:7-9, Colosenses 3:25).

 

La literatura sobre el abuso en el movimiento de la consejería bíblica está madurando. A medida que crecemos y aprendemos juntos, queremos asegurarnos de que la continua expansión de estos recursos, así como nuestro consejo para las víctimas y los perpetradores de abuso, siga un marco bíblico que represente el corazón y la sabiduría de Dios. En los casos de abuso, debemos tratar de proporcionar parámetros bíblicos derivados de todo el consejo de Dios. Queremos evitar la tentación de aferrarnos a una porción de la verdad excluyendo involuntariamente otras verdades relevantes enseñadas en las Escrituras para aplicarlas apropiadamente a las trágicas y a menudo peligrosas situaciones de abuso.

 

La revelación providencial de Dios de la prevalencia del abuso ha proporcionado a la iglesia la oportunidad de buscar respuestas a este problema omnipresente. Los fracasos de individuos e iglesias, incluyendo a los consejeros ACBC , con respecto a los complejos temas del abuso exigen que crezcamos en sabiduría bíblica y aplicación por el bien del nombre de Cristo y el bien de los afectados por tales males. Lamentablemente, en algunos casos de abuso, los que responden han demostrado una postura inadecuada ofreciendo una mezcla de consejos insuficientes del mundo y consejos mal aplicados de la Palabra de Dios. Los orígenes del abuso son el resultado de la Caída, por lo tanto debemos ser conducidos a la Escritura como nuestra fuente de respuestas a este problema. Como individuos e iglesias, debemos responder con humildad y arrepentimiento en la medida en que alguno haya sido culpable de manejar mal las situaciones de abuso.

 

La naturaleza multifacética y la variabilidad que acompaña a cada historia única de abuso exige que ministremos las profundidades de la sabiduría de Dios a los quebrantados y oprimidos con humildad, claridad, confianza y gentileza. Este documento es un intento de reconocer la volatilidad de los casos de abuso y a la vez proveer sabiduría bíblica inquebrantable para guiar a los cristianos, para que no se paralicen cuando se enfrenten a los males más profundos encontrados en los casos de abuso. El objetivo es que los consejeros certificados ACBC se mantengan firmes sobre las doctrinas perdurables de las Escrituras para una acción apropiada que confronte a los abusadores y proteja a los abusados, consistente con el carácter de nuestro Dios en su obra redentora y restauradora. Nuestro consejo está conformado por dos verdades acerca de Su carácter: Dios es el que protege y cuida a los que son injuriados y maltratados, y juzga con justicia y actuará con venganza contra los que injurian, oprimen y maltratan a otros. Dios ha ordenado a la iglesia en general como medio para demostrar Su cuidado y protección a los que sufren injustamente por la mano de otro. Por lo tanto, con la esperanza de servir a la iglesia del Dios viviente, proteger a los afectados por el pecado del abuso, y equipar a nuestros consejeros certificados para ministrar con eficacia, competencia, compasión y sabiduría bíblica ofrecemos las siguientes afirmaciones y negaciones.

[/et_pb_text][et_pb_button button_url=”#affirmations” button_text=”NEXT” _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”eb058513-2bb3-4924-9cf1-9821075f0d09″ global_colors_info=”{}” theme_builder_area=”post_content”][/et_pb_button][/et_pb_column][/et_pb_row][/et_pb_section][et_pb_section fb_built=”1″ fullwidth=”on” _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”default” background_color=”#69727d” width=”100%” max_width=”100%” custom_css_main_element=”width: 100vw !important;” global_colors_info=”{}” theme_builder_area=”post_content”][et_pb_fullwidth_header title=”AFFIRMATIONS & DENIALS” _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”default” title_text_align=”center” title_text_color=”#d8d6d5″ background_color=”#69727d” global_colors_info=”{}” theme_builder_area=”post_content”][/et_pb_fullwidth_header][/et_pb_section][et_pb_section fb_built=”1″ _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}” theme_builder_area=”post_content”][et_pb_row _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}” theme_builder_area=”post_content”][et_pb_column type=”4_4″ _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”default” global_colors_info=”{}” theme_builder_area=”post_content”][et_pb_slider arrows_custom_color=”#69727d” dot_nav_custom_color=”#69727d” module_id=”affirmations” _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”default” header_font=”|||on|||||” header_text_color=”#a69f97″ header_font_size=”46px” header_letter_spacing=”5px” body_font=”||||||||” body_text_align=”left” body_text_color=”#5f6571″ body_font_size=”18px” background_color=”rgba(105,114,125,0)” custom_padding=”2px|||||” hover_enabled=”0″ global_colors_info=”{}” theme_builder_area=”post_content” header_line_height_last_edited=”on|phone” header_line_height_phone=”1em” header_font_size_last_edited=”on|tablet” header_font_size_phone=”43px” sticky_enabled=”0″ header_font_size_tablet=”29px”][et_pb_slide heading=”I. On God” _builder_version=”4.21.0″ _module_preset=”default” header_line_height=”3em” global_colors_info=”{}” sticky_transition=”on” theme_builder_area=”post_content”]

Considerando que la voluntad soberana y perfecta de Dios no está limitada por ningún motivo o acto humano y a menudo está más allá de la comprensión humana; y,

Considerando que el amor de Dios se expresa, entre otras formas, en Su deseo de ver a todos los pecadores llegar a un conocimiento salvador de la verdad; y,

Considerando que la preocupación de Dios por los indefensos y oprimidos y su odio a la violencia son temas prominentes de las Escrituras y demuestran tanto la realidad del mal y el sufrimiento en el mundo, pero también confirman el papel de Dios como protector y juez último de los malvados; y,

Considerando que Dios tiene propósitos santificadores para todo el sufrimiento de Su pueblo y promete vencer el mal para su bien y Su gloria; y,
Considerando que, la obediencia a Dios es necesaria para crecer en la santificación y la búsqueda de la santidad, no excluye la búsqueda de ayuda de la autoridad eclesiástica y civil; y,

Considerando que Dios es la única esperanza, luz, consuelo y refugio verdaderos en medio del sufrimiento y la oscuridad más extremos; por lo tanto:

AFIRMAMOS que Dios odia el maltrato de los demás para beneficio propio, lo que incluye actos de abuso y opresión. A Dios le preocupan las circunstancias injustas, y las Escrituras atestiguan que la intervención de Dios en asuntos de sufrimiento humano y pecado tiene como objetivo principal la transformación del corazón de todos los implicados y el fruto que resulta de ese cambio, lo que da a Dios la mayor gloria. Sólo Dios juzga con justicia y se vindica contra los malvados. Él es plenamente digno de confianza y el único refugio verdadero para los oprimidos. Dios, como definición y esencia del amor, extiende voluntariamente la misericordia, la gracia y la reconciliación a través de Su Hijo a todos los pecadores, ya sean víctimas de la opresión o los propios opresores. Independientemente de la naturaleza o la gravedad de las situaciones de abuso, Dios nunca desperdicia el sufrimiento de Su pueblo. Él desea redimir los sufrimientos y pecados pasados para conformar a los implicados a la imagen de Su hijo, Jesucristo, que es nuestro mayor bien. Afirmamos que la resistencia bíblica a la opresión pecaminosa es agradable al Señor. El cuerpo de Cristo, como manos y pies de Dios, debe proporcionar un lugar de refugio y cuidado a los oprimidos y en peligro. En su bondad, Dios redime nuestro sufrimiento y nos santifica a través de las pruebas para que el sufrimiento no sea en vano.

 

NEGAMOS que Dios esté distante y desapegado de aquellos que se enfrentan al abuso y la injusticia; negamos que los actos humanos malvados alteren, disuadan o disminuyan la voluntad de Dios, toda buena y justa; negamos que Dios requiera que los individuos permanezcan en situaciones que amenazan la vida para su santificación; y negamos que Dios siempre prometa y tenga el propósito de proporcionar alivio de las pruebas o el sufrimiento en esta era.


ESCRITURA: Génesis 50:20; Éxodo 34:6-7; Salmo 9:9, 12b; Salmo 11:5; Salmo 72:4; Proverbios 22:3; Proverbios 27:12; Isaías 26:3-5; Isaías 55:8-9, 11; Lamentaciones 3:37; Romanos 8:28-29, 32; Romanos 11:36; 1 Corintios 10:31; 2 Corintios 1:3; Efesios 1:11b; 1 Timoteo 2:3-4; Santiago 1:2-4; 1 Pedro 5:10.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="II. Sobre la obra de Cristo" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que Jesucristo es el unigénito Hijo de Dios, y que todas las cosas fueron hechas por Él, para Él, por medio de Él y sostenidas en Él; y,

Considerando que Jesucristo fue varón de dolores, despreciado y rechazado, que conoció bien el dolor y sufrió en su servicio sin pecado a Dios por amor de los pecadores; y,

Considerando que Jesucristo vino a salvar a todo tipo de pecadores, incluidos los oprimidos y los que oprimen a otros; y,

Considerando que Jesucristo sirve como el gran sumo sacerdote que puede simpatizar con la debilidad humana y el sufrimiento; y,

Considerando que Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto de cómo sufrir fielmente, quien, cuando
sufrió a manos de gente pecadora, confió en el justo juicio del Padre; por lo tanto:

AFIRMAMOS que sólo a través de la muerte y resurrección de Jesucristo pudo hacerse propiciación en favor de los pecadores ante Dios. El verdadero cambio sólo puede comenzar una vez que un corazón muerto es hecho nuevo en Cristo. Los oprimidos y los opresores permanecen bajo el Señorío de Cristo y ambos deben ser llevados a Jesús primero y frecuentemente por sus consejeros como la última fuente de ayuda espiritual y sanación. La respuesta de Cristo a su propia humillación y al trato injusto de los demás enseña a los creyentes a considerar sus motivaciones, actitudes y acciones cuando tratan de glorificar a Dios en su sufrimiento. Durante su vida en la tierra, Cristo mostró compasión por los oprimidos y continúa su defensa de los creyentes a la diestra de Dios en el cielo. Como cabeza de la iglesia, Cristo desea que su cuerpo continúe su ministerio de reconciliación para los oprimidos y los opresores siempre que sea posible. Como juez de la humanidad, Cristo representa la perfecta justicia, sabiduría y rectitud para los oprimidos y opresores. En todo momento, Cristo es el refugio de los oprimidos y, como su representante terrenal, la Iglesia es una expresión tangible de su compasión y protección. Afirmamos que la esperanza que se encuentra en Cristo es la única que no nos avergonzará. En su humanidad, Cristo es el ejemplo de hombría como pastor amoroso y amable para el liderazgo en el hogar y en la iglesia.

NEGAMOS que el sufrimiento esté fuera del alcance del plan redentor de Dios o de la obra redentora de Cristo; negamos que la obra de Cristo sea inmaterial o esté desconectada de las penurias a las que se enfrentan los abusados; negamos que seguir el ejemplo de Cristo signifique que uno deba continuar sufriendo el abuso actual sin confrontar amorosamente el pecado del abusador; y negamos que los opresores arrepentidos estén por defecto excluidos del perdón, la misericordia y la reconciliación de Cristo debido a la naturaleza de su pecado pasado como opresores.

ESCRITURA: Salmo 46; Isaías 56; Juan 5:30; 1 Corintios 12:27; Efesios 5:30; Filipenses 2:2-5; 1 Pedro 2:21-25; 1 Pedro 4:12-14; Apocalipsis 20:12.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="III. Sobre el Espíritu Santo" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que el Espíritu Santo es Dios; y,

Considerando que el Espíritu Santo es el consejero y consolador omnisapiente; y,

Considerando que el Espíritu Santo es el sello permanente de la redención sobre los redimidos, sin abandonarlos ni desampararlos jamás; y,

Considerando que el Espíritu Santo que mora en nosotros nos amonesta y corrige en respuesta a la desobediencia pecaminosa y a la rebelión, y nos consuela y nos da paz en respuesta a la fe que honra a Dios y a la obediencia a las promesas de Su Palabra,

Considerando que el Espíritu Santo vivifica a los que estaban espiritualmente muertos, ilumina los ojos de los que estaban espiritualmente ciegos y ablanda el corazón que antes estaba endurecido en el pecado; y,

Considerando que el Espíritu Santo es Aquel que viene junto a los santos para ayudarlos en su santificación personal y capacitarlos para confiar y someter toda su persona al Padre; y,

Considerando que el Espíritu Santo recuerda a los creyentes la Palabra de Dios, y la utiliza como un instrumento eficaz y poderoso tanto de nutrición (instrucción) como de poda (disciplina), en un esfuerzo por producir frutos del Reino; por lo tanto:

AFIRMAMOS que el Espíritu Santo consuela a quienes se enfrentan a la adversidad haciendo que las verdades eternas y las promesas de Dios influyan en los corazones de los débiles y oprimidos. El corazón nuevo es uno de los recursos más preciosos y poderosos de que disponen los santos que sufren y luchan. El Espíritu Santo es la presencia misma de Dios que nunca abandona ni desampara a los hijos de Dios, a pesar de la gravedad de las circunstancias que les rodean. El Espíritu de Dios habla a los creyentes a través de las Escrituras, sin contradecir nunca los principios, preceptos y mandamientos que se encuentran en Su Palabra.

NEGAMOS que el Espíritu Santo sea una fuerza impersonal; negamos que el propósito o la obra del Espíritu Santo sea disminuir la responsabilidad personal, cultivar la autoestima o eliminar las dificultades en la vida de los creyentes; y negamos que los que sufren deban apoyarse en experiencias personales subjetivas o confiar únicamente en su propio entendimiento, para determinar cómo responder a circunstancias desafiantes.

ESCRITURA: Proverbios 3:5-6; Juan 14-17; Romanos 8:11-17; Gálatas 5:16; Efesios 5:18.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="IV. Sobre la Escritura" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que, como nuestro Creador, Dios tiene autoridad para establecer y definir la verdad absoluta; y,

Considerando que Dios ha elegido hablar al hombre con palabras humanas que se registran como Sagrada Escritura; y,
Considerando que la Escritura es la fuente de verdad absoluta del hombre y es suficiente para la vida y la piedad; y,

Considerando que la Escritura es una fuente inagotable de sabiduría y que los cristianos deben
volver repetidamente a la Palabra cuando se enfrentan a la tragedia y la injusticia; y,

Considerando que la Escritura no puede contradecirse a sí misma y que, por lo tanto, es necesario considerar todo el consejo de Dios para comprender las profundas complejidades del pecado y del sufrimiento; por lo tanto:

AFIRMAMOS que la Escritura es suficiente para desarrollar un enfoque integral en el ministerio a los oprimidos y opresores. La Palabra de Dios no necesita información adicional de fuentes seculares que fundamentalmente malinterpretan el pecado, el sufrimiento y la naturaleza humana. La Sagrada Escritura es el recurso más dinámico repleto de suficiente esperanza, consuelo, principios y sabiduría para ayudar tanto al consejero como al aconsejado a evaluar con precisión el abuso y proporcionar soluciones exhaustivas. Las Escrituras condenan el uso pecaminoso de los demás, especialmente el abuso de autoridad, que disminuye y degrada a otro portador de imagen para beneficio propio. La experiencia y las observaciones humanas nunca reemplazan la autoridad o suficiencia bíblica, pero pueden usarse para ilustrar la verdad bíblica, promover el estudio de las Escrituras, revelar dónde los cristianos han descuidado el cuidado y la consejería bíblicos, y refinar principios bíblicos amplios.

NEGAMOS que la correcta interpretación y sabia aplicación de las Escrituras pueda ser perjudicial en los casos de abuso; negamos que la experiencia humana pueda ser utilizada como medio para establecer la verdad; negamos que la eiségesis (leer en el texto bíblico lo que no está ahí), sea un medio válido para interpretar la Palabra de Dios y los problemas del hombre; negamos que la suficiencia de las Escrituras signifique que no hay nada descriptivo a considerar de fuentes no bíblicas; y negamos que los marcos seculares de abuso como el Modelo de Duluth, la Experiencia Adversa en la Infancia (ACE), o los modelos de consejería como la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR), o ideologías similares, deban ser utilizados como complemento necesario de las Escrituras o considerados como herramientas bíblicamente informadas para construir marcos de evaluación, demostración y abordaje del abuso.

ESCRITURA: Deuteronomio 4; Deuteronomio 6; Salmo 1:1-3; Salmo 19:7-11; Salmo 119; Mateo 4:4; Juan 15:5-8; Juan 17:17; Romanos 15:4; 1 Corintios 10:11-12; 2 Timoteo 3:16-17; Hebreos 4:12-13; 2 Pedro 1:3-4, 20-21; 1 Juan 5:13.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="V. Sobre la naturaleza humana, el pecado y el sufrimiento" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que Dios creó a la humanidad en dos sexos complementarios, masculino y femenino, iguales en dignidad y valor como portadores de imagen; y,

Considerando que la caída de la humanidad en el pecado fue un hecho real, que el pecado original es una realidad y que toda
la humanidad es depravada y pecadora por naturaleza; y,

Considerando que la semilla del pecado está en cada corazón y que los seres humanos son capaces de horribles pecados y,

Considerando que los resultados naturales del pecado conducen al sufrimiento en cada corazón y vida humanos; y,

Considerando que toda la humanidad necesita ser salvada de la esclavitud del pecado y del castigo eterno por el pecado no arrepentido; y,

Considerando que Dios ofrece la salvación a la humanidad exclusivamente a través del arrepentimiento del pecado y la fe salvadora sólo en la persona de Jesucristo; y

Considerando que el amor de Jesucristo dentro de todos los creyentes debe ser una influencia controladora para sus respuestas en amor hacia los demás; y,

Considerando que es posible regocijarse en el sufrimiento, sabiendo que Dios tiene propósitos santificadores para todo el sufrimiento de Su pueblo y Él promete vencer el mal para su bien y Su gloria; y,

Considerando que todos los seres humanos están hechos para ser adoradores del verdadero Dios, pero debido al pecado ahora tienen un defecto hacia la falsa adoración del yo que incluye la adoración de cosas como el placer, el poder y el control; por lo tanto:

AFIRMAMOS que todas las personas son culpables de su pecado y responsables de su respuesta al evangelio. Los patrones de pecado de un abusador necesitan ser bíblicamente evaluados, definidos y confrontados. El poder del evangelio de Jesucristo da una esperanza genuina de arrepentimiento para los más viles pecadores. A medida que los principios bíblicos se aplican al corazón, los abusadores pueden ser liberados de estos deseos profundamente arraigados, patrones de pecado, influencias moldeadoras y falsa adoración. El cambio duradero ocurre a través de los medios bíblicos de la confesión personal del pecado, el arrepentimiento, la disciplina personal, la obediencia y el ministerio fiel "unos a otros" de la iglesia local. La idolatría, en todas sus manifestaciones, está en el corazón del abuso. Un abusador verdaderamente arrepentido dará fruto consistentemente en consonancia con el arrepentimiento y esta evidencia es necesaria antes de considerar la reconciliación y la reunificación con aquellos a quienes antes oprimía abusivamente. El orgullo, el egoísmo, el control y los celos son las raíces primarias y tales actos de abuso son síntomas de un corazón esclavizado al dios del yo, en lugar del Dios de las Escrituras. Como creyentes, se nos ordena amar a nuestros enemigos, hacer el bien a los que nos odian y rezar por los que nos maltratan. Afirmamos que es amoroso y bondadoso exponer el pecado del abuso. El proceso bíblico de consejería debe incluir animar y ayudar a la víctima de abuso a buscar seguridad y protección, por fe, de futuros abusos. La situación puede requerir que el consejero reporte la actividad criminal a las autoridades civiles y notifique a las autoridades de la iglesia del comportamiento pecaminoso para la disciplina apropiada.

NEGAMOS que el abusado simplemente deba soportar su sufrimiento y renunciar a la protección del abusador; negamos las perspectivas deterministas que refuerzan un patrón de victimización; negamos que el pensamiento y comportamiento desordenado de un abusador esté determinado, y no meramente influenciado, por factores externos tales como una crianza deficiente, patrones de pecado familiar, trauma, biología o cualquier otra circunstancia; y negamos que sea imposible que los abusadores cambien debido a su personalidad o patrones pecaminosos profundamente arraigados o que estén fuera del alcance del evangelio.

ESCRITURAS: Salmo 10; Proverbios 8:13; Proverbios 22; Proverbios 24:11-12; Mateo 3:8; Lucas 6: 27-28, 35, 45; Romanos 3:23; 2 Corintios 5:14-17; 2 Corintios 7:10-11; Gálatas 5:16; Gálatas 6:1; Efesios 4:17-32; Efesios 5:8-9, 19-21; Colosenses 1:24; 1 Tesalonicenses 5:14; Hebreos 3:3; Santiago 1:2-4; 1 Juan 4:20.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="VI. Sobre el matrimonio" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que Dios es el autor del matrimonio y que Él lo define en sus funciones y propósitos, siendo el propósito principal el de una parábola viviente de Cristo en amorosa jefatura y la iglesia en gozosa sumisión, que culmina con el regreso de Cristo para reclamar a su esposa; y,

Considerando que el designio original de Dios para el matrimonio fue corrompido en la caída, y continúa siéndolo por el pecado, pero redimido mediante la obra de Cristo por el poder del Espíritu a través de la fe y el arrepentimiento de los cónyuges entre sí; y,

Considerando que Dios cumple su objetivo de glorificarse por medio del Hijo en la santificación de los cónyuges en el matrimonio y, por tanto, promete utilizar incluso el pecado de otro para el bien santificador de los que permanecen firmes; y

Considerando que Dios es Señor del matrimonio y Señor de todas las personas casadas y por lo tanto tiene el derecho de llamar a las personas a honrarlo en sus relaciones y que ningún trauma puede negar Su Señorío, todas las partes deben presentarse ante Su trono buscando complacerlo; por lo tanto:

AFIRMAMOS que el matrimonio existe y funciona bajo la autoridad de su Autor como una relación de alianza entre Dios, un esposo (varón adulto, biológico y con consentimiento) y una esposa (mujer adulta, biológica y con consentimiento) para toda la vida. La relación entre Cristo y Su iglesia, con Cristo como Cabeza sacrificial y amorosa, y la iglesia como esposa sumisa y respetuosa, es el modelo ordenado por Dios para esposos y esposas. Dios ha ordenado este modelo de matrimonio para representar las buenas nuevas del Evangelio. El matrimonio es el medio que Dios ha ordenado para la creación de unidades familiares y para la santificación de sus participantes. No puede ser recreado a imagen y semejanza del hombre y no evoluciona en relación con la cultura y la sociedad humanas a lo largo del tiempo.

NEGAMOS que el matrimonio sea una institución humana que existe meramente para intenciones y propósitos humanos; negamos que pueda constituirse en contra del designio de Dios en las funciones y responsabilidades de los esposos y esposas; negamos que pueda establecerse entre dos hombres o dos mujeres o entre un adulto y un niño; negamos que sea sólo una relación contractual; negamos que los maridos o las esposas tengan derecho a hacer mal uso o abusar de sus parejas para su propio beneficio o placer; negamos que esté informada en cuanto a su naturaleza y propósito por sus contextos culturales o históricos; y negamos que pueda disolverse por razones no permitidas por las Escrituras.

ESCRITURAS: Génesis 2:18-25; Génesis 3; Isaías 57:15; Mateo 3:13-17; Mateo 5:32; Mateo 19:9; Mateo 28:19; Juan 4:24; Juan 5:19-20; 1 Corintios 11:3; 2 Corintios 4:1-6; 2 Corintios 13:14; Efesios 5:22-33; Colosenses 1:16; 1 Pedro 4:12-19; Apocalipsis 19:6-10.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="VII. Sobre la autoridad" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que Dios es la única autoridad soberana y delega autoridad en las instituciones humanas, otorgándoles funciones y responsabilidades específicas para mantener el orden social de acuerdo con Su santa voluntad; y,

Considerando que Él está justamente enojado con el mal uso de la autoridad y juzgará a aquellos que abusan de su poder y descuidan sus responsabilidades; y,

Considerando que las instituciones ordenadas por Dios están diseñadas para ser buenas, sabias y necesarias para el orden y la protección, sin embargo en algunos casos tal autoridad puede ser expresada pecaminosamente a través de la pasividad o la tiranía; y,

Considerando que todas las personas están llamadas a someterse a algún nivel de autoridad, ya sean padres, esposos, ancianos o gobiernos; y,

Considerando que Dios hizo a los hombres y a las mujeres ontológicamente iguales y, sin embargo, también ha delegado diferentes roles antes de la caída del hombre.
Considerando que las instituciones ordenadas por Dios deben ser evaluadas y, cuando sea necesario, sabiamente reformadas por las normas de las Escrituras; por lo tanto:

AFIRMAMOS que los que usan la autoridad pecaminosamente darán cuenta a Dios. Afirmamos que las autoridades delegadas en la iglesia, el gobierno y la familia deben ser obedecidas "en el Señor", en la medida en que sean consistentes con las Escrituras. La desobediencia a la autoridad terrenal es para obedecer a Dios antes que al hombre. Afirmamos que el liderazgo de la iglesia dará cuenta a Dios por la administración de la autoridad y el deber de pastorear tanto al abusado como al abusador bajo su cuidado. Afirmamos la necesidad de denunciar los abusos a las autoridades civiles como un acto de obediencia a los métodos de justicia ordenados por Dios. Afirmamos que la iglesia debe confrontar y corregir a los miembros abusivos, llamándolos al arrepentimiento a través de medios bíblicos de disciplina. Afirmamos la responsabilidad de la iglesia de cuidar y proteger a los oprimidos con gentileza y humildad, y de confrontar el pecado con resolución bíblica. Algunas iglesias, pastores y consejeros han agravado el daño del abuso siendo negligentes y manejando mal la Palabra. Afirmamos que los hombres en posiciones de autoridad espiritual que abusan de aquellos bajo su cuidado niegan el evangelio al vivir para sí mismos en lugar de Cristo y Su iglesia. Afirmamos que la iglesia debe defender fielmente la belleza del diseño de Dios para el matrimonio. También afirmamos que la iglesia debe buscar reconciliar y restaurar familias a través del evangelio, pero esto no siempre es posible debido a las respuestas pecaminosas y a la falta de arrepentimiento bíblico. Afirmamos que una de las principales prioridades de la iglesia debe ser ayudar a los pecadores a reconciliarse con Dios, en primer lugar, antes de proseguir con el proceso de restauración del matrimonio y la familia.

NEGAMOS que la autoridad -ya sea en la familia, la iglesia o la sociedad- sea inherentemente abusiva e injusta; negamos que el origen de los casos individuales de abuso sea sistémico y que el abuso sólo pueda ser abordado mediante el desmantelamiento de las instituciones en las que existen desequilibrios de poder; negamos que las reformas institucionales deban tener prioridad sobre el cambio individual; negamos que pedir aclaraciones a quienes denuncian tales abusos desestime la legitimidad de la revelación; y negamos que las Escrituras sean inadecuadas para hacer frente al abuso y que la sabiduría secular sea necesaria para identificar las causas del abuso. ESCRITURA: Éxodo 20:12; Mateo 28:18; Hechos 5:29; Romanos 13:1-2; Hebreos 13:17; Efesios 6:1-4; 2 Timoteo 3:16-17; Tito 3:1; Santiago 4:7; 1 Pedro 2:13-14.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="Definición de abuso" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que las definiciones actuales de abuso incluyen formas verbales que denotan maltrato, uso indebido o daño de objetos físicos (por ejemplo, alcohol, drogas, personas, animales) o conceptos inmateriales (por ejemplo, poder, emociones, finanzas); y,

Considerando que los atributos actuales del maltrato se aplican a un amplio espectro de comportamientos (por ejemplo, un solo caso de maltrato, maltrato repetido), actitudes y formas (por ejemplo, emocional, económica, física, animal, marital, doméstica); y,

Considerando que las actuales definiciones cristianas y seculares de abuso son cada vez más amplias, dando lugar a confusión y haciendo posible etiquetar casi cualquier acto pecaminoso como abuso; y,
Considerando que, una definición de abuso utilizando principios, conceptos y lenguaje bíblicos es por lo tanto necesaria para ayudar a la iglesia a considerar apropiadamente la naturaleza, causas e impactos del abuso, con el fin de comprometer al abusado y al abusador con soluciones llenas de esperanza; por lo tanto:

AFIRMAMOS que el abuso es el patrón de maltrato pecaminoso y egoísta de otro hecho a imagen de Dios, por el cual el albedrío morallibertad de conciencia informada por la Palabra de Diosy la dignidad humana dada por Dios es violada por actos dañinos (físicos, sexuales, verbales) o esquemas para perpetuar la opresión y el control antibíblico. El uso de términos y conceptos bíblicos como oprimir, violar, mancillar, humillar, engañar, debilitar, maquinar, rebajar, interés propio, ambición egoísta y otros para reemplazar términos psicológicos ambiguos proporciona una hoja de ruta bíblica y una solución para el consejo. El uso de estos términos y conceptos bíblicos describe mejor la depravación pecaminosa del abuso contra la dignidad y las capacidades personales de aquellos creados a imagen de Dios. Las expresiones de abuso buscan el interés propio en el mal uso y la profanación de otra persona. La culpabilidad ante el Señor no depende de la conciencia o intencionalidad del comportamiento abusivo. Los actos de abuso pueden clasificarse en tres grandes categorías: infligir daño físico y sexual, pronunciar palabras injuriosas y corruptoras, y maquinar para aislar de ciertas relaciones y restringir los recursos económicos. Afirmamos que las víctimas de abuso experimentan síntomas de estos actos de abuso en una multitud de formas, incluyendo angustia emocional, espiritual y física que puede agravarse con el tiempo, sin embargo, el abuso se identifica mejor por actos pecaminosos intencionales contra otro con el propósito de dañar y controlar.

NEGAMOS el uso de definiciones amplias y ambiguas de abuso que hacen posible etiquetar casi cualquier acto pecaminoso como abuso; negamos que el abuso deba definirse sólo por sus efectos o percepciones individuales de una experiencia particular; negamos que el abuso deba aplicarse a todos y cada uno Negamos que el abuso deba aplicarse a todas y cada una de las instancias en las que se percibe maltrato, injusticia o incomodidad; y negamos que el abuso sea simplista y deba categorizarse basándose únicamente en los efectos de una experiencia separada de la sabiduría de Dios provista en la Sagrada Escritura. ESCRITURA: Éxodo 3:9-10; Deuteronomio 26:6-8; Jueces 19-20; 2 Samuel 14; Salmo 5:6; Salmo 7:14; Salmo 10; Salmo 35:4; Salmo 40:14; Salmo 70:2; Salmo 71:10; Isaías 30:12-13, 19:20, 49:26; Mateo 20:25-28; Romanos 14:15; Gálatas 4:20; 2 Corintios 13:10; Filipenses 2; 2 Timoteo 4:9-18; Santiago 4:3.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="Naturaleza del maltrato" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Si Dios es un baluarte para los oprimidos, la Iglesia debe ser también un refugio;
y,

Considerando que todos los cristianos deberían sentirse afligidos por el pecado del abuso y reflejar el carácter de Dios para guardar y proteger a los abusados; y,

Considerando que, los seres humanos han respondido pecaminosamente minimizando el abuso o inflando todos los actos pecaminosos como abuso; y,
Considerando que, las amplias definiciones de abuso conducen a soluciones ambiguas al abordar los actos pecaminosos
de abuso; y,

Considerando que la mayoría de los casos de malos tratos son perpetuados por hombres, tanto hombres como mujeres pueden ser maltratadores o víctimas de malos tratos:

AFIRMAMOS que los actos de abuso son pecado. Las autoridades ordenadas por Dios existen para el bien de la familia, la iglesia y el orden social. Afirmamos que el marco de los desequilibrios de poder es inadecuado para comprender bíblicamente toda la naturaleza y la dinámica del abuso. La autoridad y el poder no son la causa del abuso, pero los deseos pecaminosos del corazón son la causa de las actitudes y comportamientos abusivos. Los mayordomos a quienes Dios ha concedido autoridad tienen una gran responsabilidad e incurrirán en un juicio más estricto en la forma en que tratan a quienes están bajo su cuidado. Los deseos pecaminosos del corazón son mucho más complejos de lo que los modelos mundanos pueden discernir o percibir. Las demandas de respeto, la búsqueda del placer egoísta, el miedo al hombre, el deseo de control y la adoración de sí mismo son actitudes del corazón que atraen y seducen a alguien para abusar de los demás. El abuso ocurre cuando la ambición egoísta, nacida de deseos pecaminosos, conduce a actos que son un tropiezo que a menudo puede violar la conciencia y minimizar el valor o la dignidad de otro portador de la imagen.

NEGAMOS que la respuesta al abuso sea desmantelar las estructuras de autoridad ordenadas por Dios en la familia, la iglesia y el gobierno; negamos que el abuso pueda reducirse a "desequilibrios de poder" y que sea inherente a las jerarquías; que la percepción individual deba ser el umbral principal de lo que se considera abuso; negamos que el conflicto entre quienes tienen autoridad y quienes están bajo su autoridad deba considerarse siempre abuso; y que la Biblia ordene lealtad incondicional a las autoridades terrenales.

ESCRITURA: Salmo 9:9; Salmo 72:4; Jeremías 6; Jeremías 8; Ezequiel 34:2-4; Marcos 12:40; Romanos 13:1-7; 1 Corintios 2:14; Efesios 5:21-33; Efesios 6:4; Hebreos 13:17; Santiago 1; Santiago 4; Santiago 3:13-18; 1 Pedro 5:1-4.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="Causas del maltrato" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que, los efectos inmediatos de la Caída resultaron en violencia, decadencia, muerte, relaciones rotas, cambio de culpas, manipulación, engaño, ganancia egoísta, miedo; y,

Considerando que algunas circunstancias pueden observarse como comunes entre los casos genuinos de abuso, la presencia de estas circunstancias no es determinante de abuso ya que los actos de abuso son siempre
concebidos desde y fluyen de un corazón pecaminoso y perverso; y,

Mientras que la humildad es necesaria para evaluar las situaciones de abuso porque la semilla de cada pecado está en cada corazón; por lo tanto:

AFIRMAMOS que el maltrato se manifiesta exteriormente, pero también reconocemos que la fuente del maltrato procede del hombre interior. Todos los actos de violencia son expresión de un corazón violento. La violencia, en todas sus formas, fue un resultado inmediato de la Caída. Afirmamos que puede haber diversos factores orgánicos y sociales que influyan en una persona hacia el pecado de abuso, pero tales factores nunca pueden ser considerados la causa del pecado. El abuso es una elección para perseguir los deseos pecaminosos de la carne y los abusadores son, por lo tanto, moral y judicialmente culpables de sus actos de abuso contra otros. Los maltratadores pueden arrepentirse de su pecado, ser perdonados por el Dios de las misericordias y cambiar mediante el poder del Espíritu Santo.

NEGAMOS que el pecado de opresión y abuso sólo pueda crecer y empeorar; negamos que el orgullo que conduce al abuso, a menudo descrito en términos psicológicos como narcisismo, implique una disposición genética o hereditaria o sea el resultado directo de la negligencia y el abuso en el pasado; negamos que las víctimas deban permanecer a merced de su abusador; negamos los marcos seculares y deterministas que afirman que las víctimas sólo pueden responder sintiendo, pensando y haciendo la voluntad de su maltratador; y negamos que Dios sea incapaz de transformar a los maltratadores para que ya no se adoren a sí mismos, sino a Él de todo corazón.

ESCRITURA: Génesis 4:8,23; Génesis 6:11-13; Génesis 12:12-13; Génesis 26:6-7; Proverbios 4:23; Jeremías 17:9-10; Ezequiel 36:26; Mateo 15:18; Mateo 16:24; Marcos 7:21-23; 1 Corintios 6:9-11; 2 Corintios 5:15-18; Colosenses 3:5-7; Hebreos 4:12; Santiago 1:14-15.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="Modelos actuales de maltrato" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que los actuales modelos de abuso y herramientas analíticas se desarrollan para promover las perspectivas filosóficas seculares
de las que surgen y, por lo tanto, no son filosóficamente neutrales; y,

Considerando que la identidad primaria de un cristiano está en Cristo y que los creyentes deben vivir para Su gloria a través del sufrimiento, los modelos actuales de abuso presentan el victimismo como la identidad primaria de un individuo; y,

Mientras que los consejeros bíblicos sólo deben emplear filosofías y metodologías que surjan de las Escrituras.

Considerando que la Escritura es suficiente para tratar todos los casos de abuso, ministrar en estas situaciones requiere que los consejeros estén llenos del temor y conocimiento de Dios, muestren un carácter y madurez probados, y tengan discernimiento espiritual; por lo tanto:

AFIRMAMOS que los cristianos, el cuerpo de Cristo y los consejeros bíblicos deben rechazar los modelos de abuso y los métodos de consejería con orígenes y marco no bíblicos. Aunque estos modelos puedan estar basados en algunas observaciones acertadas, la interpretación de todos los datos debe ser exclusivamente bíblica. El Modelo Duluth, que tiene sus raíces en el feminismo y la teoría social marxista, promueve una visión no bíblica del abuso y la autoridad. Experiencias Adversas en la Infancia (ACE) es una herramienta innecesaria y antibíblica para identificar el abuso. La Terapia Cognitiva Conductual (TCC) es un sustituto no bíblico del método bíblico de cambio de corazón a través de la salvación y la santificación, que produce un cambio de pensamiento y glorifica a Dios en lugar del hombre. La Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR) no está científicamente validada y viola los preceptos bíblicos de tomar cautivos los pensamientos y proteger las mentes de las fuerzas del mal mientras distorsiona el recuerdo de los eventos, causando así confusión y miedo. La terapia de exposición viola el corazón de Dios para los que sufren. Él no expone a sus hijos a sufrimientos innecesarios y, de hecho, sale a su encuentro en sus angustias y promete fortalecerlos y liberarlos de ellas. Es en el Señor donde se encuentra la esperanza, independientemente de la situación.

NEGAMOS que los modelos seculares de abuso sean necesarios para abordar el abuso en la familia, la iglesia y la sociedad; negamos los modelos con sesgo de género y el lenguaje que vilipendia indiscriminadamente a los hombres y excusa a las mujeres; negamos que los modelos fundados en la teoría crítica y centrados en el desmantelamiento de la jefatura bíblica realmente identifiquen, diagnostiquen o expliquen el mal en el corazón de un abusador y apunten a la solución de este mal; negamos que las Escrituras no proporcionen una metodología adecuada o completa para atender a los maltratados y abordar los males del maltratador; negamos que la iglesia se beneficie de la adaptación de métodos seculares para prevenir el maltrato.

ESCRITURA: Salmo 107:6; Salmo 1; Efesios 1; Colosenses 2:8; 1 Pedro 2-3.

[/et_pb_slide][et_pb_slide heading="IX. Sobre los maltratados" _builder_version="4.21.0″ _module_preset="default" header_line_height="3em" global_colors_info="{}" sticky_transition="on" theme_builder_area="post_content"]

Considerando que una antropología bíblica describe a los seres humanos como cuerpo y alma; y,

Considerando que tanto el hombre interior como el exterior pueden verse perjudicados por los malos tratos; y,

Considerando que es posible que nuestras mentes sean renovadas por el Espíritu Santo a través de la Escritura
y que nuestros cuerpos sean sanados; y,

Considerando que Cristo es la fuente última de ayuda y Aquel a quien los maltratados deben ser animados a acudir; y,

Considerando que todo trauma y abuso será redimido para la gloria de Dios y el bien de la víctima; por lo tanto:

AFIRMAMOS los abusados nunca son responsables del pecado de su abusador. Las víctimas son moralmente responsables de sus respuestas y sus pastores deben pastorearlas compasiva, paciente y activamente. Afirmamos que algunos han sido oprimidos y abusados, pero la fidelidad de Dios, y su posición en Cristo, nunca es alterada, inútil, impotente o ineficaz. Cualquier persona que experimente amenazas a su seguridad es animada a buscar protección, por fe, del abusador, incluyendo la protección provista por las autoridades gubernamentales y eclesiásticas. Afirmamos que el abusado puede contratar a un abogado para proteger los bienes esenciales relacionados con la provisión para sí mismo y sus hijos. Jesucristo está siempre cerca de los maltratados, incluso cuando sus corazones están destrozados. Se nos ordena amar a nuestros enemigos, hacer el bien a los que nos odian y rezar por la protección y la salvación de los que abusan de nosotros. Afirmamos que es amoroso denunciar el pecado del abuso. Aunque la reconciliación es deseable, está condicionada al perdón bíblico y a dar frutos coherentes con el arrepentimiento, más que a la tristeza mundana.

NEGAMOSY que la única respuesta para el abusado sea soportar el sufrimiento, sin buscar protección o recurso; negamos que la víctima sea la causa del abuso; negamos que el cuerpo y la mente nunca puedan sanar completamente; negamos que el abuso resulte en un daño psicológico irreparable que determine el comportamiento presente; negamos que una vez que alguien ha sido abusado, su identidad primaria sea la de víctima o sobreviviente. Negamos esas perspectivas que ven a los maltratados como víctimas perpetuas y desestiman la necesidad de que las víctimas aborden el pecado de su propio corazón.

ESCRITURAS: Éxodo 21:26-27; Job 42:5; Salmo 34:18; Salmo 40:17; Proverbios 22:3; Proverbios 23:3; Proverbios 27:12; Isaías 41:10; Isaías 43:2; Mateo 2:13, 21-23; Mateo 3:8; Mateo 11:16; Lucas 4:18-19, 28-30Lucas 6:27-28; Juan 7:1; Juan 10:39; Romanos 3:23; Romanos 13; 2 Corintios 11:22-23, 33; Efesios 1:17-18; Efesios 2:13; Hebreos 4:15-16.

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